Las mil bases de EE.UU.

Despliegue rápido: El peso de las fuerzas heli-transportadas es cada vez mayor. Deslocamento rápido: O peso das forças heli-transportadas é cada vez maior.

El Pentágono transforma silenciosamente su imperio de bases en el extranjero y crea una nueva y peligrosa forma de guerra.

Lo primero que vi el mes pasado cuando entré en el avión de carga C-17 gris oscuro de la Fuerza Aérea fue un vacío, algo faltaba. Faltaba un brazo izquierdo, para ser exacto, cortado a la altura del hombro, temporalmente parchado y unido. Carne gruesa, pálida, manchada de un rojo brillante en los bordes. Parecía carne cortada en pedazos. La cara y lo que quedaba del resto del hombre estaban ocultas por mantas, un edredón con la bandera de Estados Unidos y un revoltijo de tubos y cintas, alambres, bolsas de goteo y monitores médicos.

Ese hombre y otros dos soldados gravemente heridos –uno con dos muñones donde había habido piernas, el otro al que le faltaba una pierna bajo el muslo– estaban entubados, inconscientes y acostados en camillas colgadas de las paredes del avión que acababa de aterrizar en la Base Aérea Ramstein, de Alemania. Un tatuaje en el brazo restante del soldado decía: “Muerte Mejor Que Deshonra”.

Pregunté a un miembro del equipo médico de la Fuerza Aérea por las víctimas semejantes que ven. Muchas, como en este vuelo, provienen de Afganistán, me dijo. “Muchas del Cuerno de África”, agregó. “En realidad, los medios hablan muy poco de eso”.

“¿De dónde de África?”, pregunté. Dijo que no lo sabía exactamente, pero sobre todo del Cuerno, a menudo con heridas graves. “Muchos de Yibuti”, agregó, refiriéndose a Camp Lemonnier, la principal base militar de Estados Unidos en África, pero también de “otros sitios” de la región.

Desde las muertes retratadas en la película La caída del halcón negro, en Somalia, hace casi 20 años, hemos oído poco, si algo, sobre víctimas militares estadounidenses en África (fuera de una extraña información de la semana pasada sobre tres comandos de operaciones especiales muertos, junto con tres mujeres identificadas por fuentes militares de Estados Unidos como “prostitutas marroquíes”, en un misterioso accidente automovilístico en Mali). La creciente cantidad de pacientes que llegan a Ramstein desde África descorre una cortina sobre una significativa transformación en la estrategia militar de Estados Unidos para el siglo XXI.

Es probable que esas víctimas sean la vanguardia de cantidades crecientes de soldados heridos provenientes de sitios muy alejados de Afganistán e Irak. Reflejan el creciente uso de bases relativamente pequeñas como Camp Lemonnier, que los planificadores militares ven como un modelo para futuras bases de Estados Unidos “esparcidas”, como explica un académico, “por regiones en las cuales Estados Unidos no ha mantenido anteriormente una presencia militar”.

Están desapareciendo los días en los que Ramstein era la base simbólica de Estados Unidos, un coloso del tamaño de una ciudad repleto de miles o decenas de miles de estadounidenses, supermercados, Pizza Huts y otras comodidades. Pero no imaginen ni por un segundo que el Pentágono está haciendo las valijas, reduciendo su misión global y volviendo a casa. En los hechos, sobre la base de los eventos de los últimos años, es posible que sea todo lo contrario. Mientras disminuye la colección de bases gigantes de la era de la Guerra Fría, la infraestructura de bases en ultramar ha estallado en tamaño y alcance.

Sin que lo sepa la mayoría de los estadounidenses, la creación de bases en todo el planeta está aumentando, gracias a una nueva generación de bases que los militares llaman “nenúfares” (como cuando una rana salta a través de un estanque hacia su presa). Son pequeñas instalaciones secretas e inaccesibles con una cantidad restringida de soldados, comodidades limitadas y armamento y suministros previamente asegurados.

En todo el mundo, de Yibuti a las selvas de Honduras, de los desiertos de Mauritania a las pequeñas Islas Cocos de Australia, el Pentágono ha estado buscando tantos nenúfares como puede, en tantos países como puede, lo más rápido posible. Aunque cuesta hacer las estadísticas, en vista de la naturaleza frecuentemente secreta de esas bases, es probable que el Pentágono haya construido más de 50 nenúfares y otras pequeñas bases desde el año 2000, mientras explora la construcción de docenas más.

Como explica Mark Gillem, autor de America Town: Building the Outposts of Empire, el nuevo objetivo es “evitar” las poblaciones locales, la publicidad y la posible oposición. “Para proyectar su poder”, dice, Estados Unidos quiere “puestos avanzados aislados e independientes ubicados estratégicamente” en todo el mundo. Según algunos de los más fuertes propugnadores de la estrategia en el Instituto de la Empresa Estadounidense, el objetivo debe ser “crear una red mundial de fuertes fronterizos”, con los militares estadounidenses, “la ‘caballería global’ del Siglo XXI”.

Semejantes bases nenúfares se han convertido en una parte crítica de una estrategia militar de Washington en desarrollo que apunta a mantener la dominación global de Estados Unidos haciendo mucho más con menos en un mundo cada vez más competitivo, cada vez más multipolar. Es bastante notable, sin embargo, que esta política de ajuste de las bases globales no haya recibido casi ninguna atención pública, ni una supervisión significativa del Congreso. Mientras tanto, como lo muestra la llegada de las primeras víctimas de África, los militares de Estados Unidos se están involucrando en nuevas áreas del mundo y en nuevos conflictos, con consecuencias potencialmente desastrosas.

Transformación del imperio de bases.

Se podría pensar que los militares de Estados Unidos se encuentran en un proceso de reducir, en lugar de expandir, su poco apercibida pero enorme colección de bases en el exterior. Después de todo, fueron obligados a cerrar toda la colección de 505 bases, de mega a micro, que construyeron en Irak, y ahora están iniciando el proceso de reducir sus fuerzas en Afganistán. En Europa, el Pentágono sigue cerrando sus masivas bases de Alemania y pronto sacará dos brigadas de combate de ese país. Se planea que la cantidad de tropas globales se reduzca en unos 100.000 soldados.

Sin embargo, Estados Unidos sigue manteniendo su mayor colección de bases de toda la historia: más de 1.000 instalaciones militares fuera de los 50 Estados y de Washington DC. Incluye, desde bases de décadas de antigüedad en Alemania y Japón a bases totalmente nuevas de drones en Etiopía y las islas Seychelles en el Océano Índico, e incluso balnearios para veraneantes militares en Italia y Corea del Sur.

En Afganistán, la fuerza internacional dirigida por Estados Unidos todavía ocupa más de 450 bases. En total, los militares de Estados Unidos tienen alguna forma de presencia de sus tropas en aproximadamente 150 países extranjeros, para no mencionar 11 fuerzas de tareas de portaaviones –esencialmente bases flotantes– y una presencia militar significativa, y creciente, en el espacio. Estados Unidos gasta actualmente unos 250.000 millones de dólares al año en mantener bases y tropas en el exterior.

Algunas bases, como la de la Bahía de Guantánamo, en Cuba, datan de finales del Siglo XIX. La mayoría se construyeron o se ocuparon durante la Segunda Guerra Mundial o justo después, en todos los continentes, incluida la Antártida. Aunque los militares de Estados Unidos desocuparon cerca de un 60% de sus bases en el exterior después del colapso de la Unión Soviética, la base de infraestructura de la Guerra Fría permaneció relativamente intacta, con 60.000 soldados estadounidenses que permanecieron sólo en Alemania, a pesar de la ausencia de una superpotencia enemiga.

Sin embargo, en los primeros meses de 2001, incluso antes de los ataques del 11-S, el gobierno de Bush lanzó una importante reestructuración de bases y tropas que continúa ahora con el “pivote Asia” de Obama. El plan original de Bush era cerrar más de un tercio de las bases de la nación en el exterior y trasladar tropas hacia el este y el sur, más cerca de zonas de conflicto previstas en Medio Oriente, Asia, África y Latinoamérica. El Pentágono comenzó a concentrarse en la creación de “bases operativas avanzadas” más pequeñas y flexibles e incluso “sitios de cooperación” aún más pequeños o sea “nenúfares”. Las grandes concentraciones de tropas se restringirían a una cantidad reducida de “bases operativas principales” (MOBs por sus siglas en inglés), –como Ramstein, Guam, en el Pacífico, y Diego García, en el Océano Índico– que debían expandirse.

A pesar de la retórica de consolidación y cierre que acompañó este plan, en la era posterior al 11-S, en realidad, el Pentágono ha estado expandiendo drásticamente su infraestructura básica, incluidas docenas de importantes bases en cada país del Golfo Pérsico con la excepción de Irán y en varios países centroasiáticos críticos para la guerra en Afganistán.

Reinician la expansión de las bases.

El “pivote hacia Asia” anunciado recientemente por Obama señala que Asia oriental estará en el centro de la explosión de bases nenúfares y eventos relacionados. En Australia se están estableciendo marines de Estados Unidos en una base compartida en Darwin. En otros sitios, el Pentágono se dedica a planes para una base de drones y vigilancia en las islas Cocos de Australia y despliegues en Brisbane y Perth. En Tailandia, el Pentágono ha negociado derechos de nuevas visitas de la Armada y un “centro de ayuda para desastres” en U-Tapao.

En las Filipinas, donde el gobierno expulsó a Estados Unidos de la masiva Base Aérea Clark y la Base Naval Subic Bay a principios de los años noventa, hasta 600 soldados de las fuerzas especiales han estado operando silenciosamente en el sur del país desde enero de 2002. El mes pasado, los dos gobiernos llegaron a un acuerdo sobre el uso futuro por parte de Estados Unidos de Clark y Subic, así como otros centros de reparación y suministro de la era de la Guerra de Vietnam. Como señal del cambio de los tiempos, los funcionarios estadounidenses, incluso, firmaron en 2011 un acuerdo de defensa con su antiguo enemigo, Vietnam, y han iniciado negociaciones para el creciente uso de puertos vietnamitas por la Armada.

En otros sitios de Asia, el Pentágono ha reconstruido una pista de aterrizaje en la pequeña isla Titian, cerca de Guam, y considera futuras bases en Indonesia, Malasia y Brunei, mientras impulsa vínculos militares más estrechos con India. Sus fuerzas armadas realizan cada año unos 170 ejercicios militares y 250 visitas a puertos en la región. En la isla Jeju, de Corea del Sur, los militares coreanos construyen una base que formará parte del sistema de defensa de misiles de Estados Unidos, a la cual tendrán acceso regularmente las fuerzas estadounidenses.

“Simplemente, no podemos estar en un solo sitio para hacer todo lo necesario”, dijo el comandante del Comando Pacífico, el almirante Samuel Locklear III. Para los planificadores militares, “hacer todo lo necesario” se define claramente como el aislamiento y (en la terminología de la Guerra Fría) “contención” de China, la nueva potencia de la región. Esto significa evidentemente “salpicar” nuevas bases por toda la región, agregándolas a las más de 200 bases estadounidenses que han cercado China durante décadas en Japón, Corea del Sur, Guam y Hawái.

Y Asia es sólo el comienzo. En África, el Pentágono ha creado silenciosamente “cerca de una docena de bases aéreas” para drones y vigilancia desde 2007. Aparte de Camp Lemonnier, sabemos que los militares han creado o crearán pronto instalaciones en Burkina Faso, Burundi, la República Centroafricana, Etiopía, Kenia, Mauritania, São Tomé y Príncipe, Senegal, Seychelles, Sudán del Sur, y Uganda. El Pentágono también ha investigado la construcción de bases en Argelia, Gabón, Ghana, Mali y Nigeria, entre otros sitios.

El próximo año, una fuerza del tamaño de una brigada de 3.000 soldados, y “posiblemente más”, llegará para realizar ejercicios y misiones de entrenamiento en todo el continente. En el cercano Golfo Pérsico, la Armada está desarrollando una “base avanzada flotante”, o “buque-madre”, para que sirva de “nenúfar” flotante a helicópteros y patrulleras, y ha estado involucrada en un masivo aumento de las fuerzas en la región.

En Latinoamérica, después de la expulsión de los militares de Panamá en 1999 y de Ecuador en 2009, el Pentágono ha creado o actualizado nuevas bases en Aruba y Curaçao, Chile, Colombia, El Salvador y Perú. En otros sitios, el Pentágono ha financiado la creación de bases militares y policiales capaces de albergar fuerzas estadounidenses en Belice, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá, Costa Rica, e incluso en Ecuador.

En 2008, la Armada reactivó su Cuarta Flota, inactiva desde 1950, para patrullar la región. Los militares pueden desear una base en Brasil y trataron infructuosamente de crear bases, supuestamente para ayuda humanitaria y de emergencia en Paraguay y Argentina.

Finalmente, en Europa, después de llegar a los Balcanes durante las intervenciones de los años noventa, las bases estadounidenses se han desplazado hacia el este a algunos de los Estados del bloque oriental del ex imperio soviético. El Pentágono desarrolla actualmente instalaciones capaces de apoyar despliegues rotativos, del tamaño de brigadas en Rumania y Bulgaria, y una base de defensa de misiles e instalaciones de aviación en Polonia.

Previamente, el gobierno de Bush mantuvo dos instalaciones ocultas (prisiones secretas) de la CIA en Lituania y en Polonia. Ciudadanos de la República Checa rechazaron una base de radar planificada para el sistema de defensa de misiles del Pentágono, que aún no ha sido probado, y ahora Rumania recibirá misiles basados en tierra.

Un nuevo modo de guerra de Estados Unidos.

Un nenúfar en una de las islas en el Golfo de Guinea de São Tomé y Príncipe, frente a la costa occidental, rica en petróleo, de África, ayuda a explicar lo que está sucediendo. Un funcionario estadounidense ha descrito la base como “otra Diego García”, refiriéndose a la base del Océano Índico que ha ayudado a asegurar décadas de dominación de Estados Unidos sobre los suministros de energía de Medio Oriente. Sin la libertad de crear nuevas grandes bases en África, el Pentágono está utilizando São Tomé y una creciente colección de otros nenúfares en el continente en un intento de controlar otra región crucial rica en petróleo.


Mucho más allá de África Occidental, la competencia del Gran Juego del Siglo XIX por Asia Central ha vuelto de verdad, y esta vez de modo global. Se extiende a tierras ricas en materias primas de África, Asia y Suramérica, mientras Estados Unidos, China, Rusia y miembros de la Unión Europea se enfrentan en una competencia cada vez más intensa por la supremacía económica y geopolítica.

Mientras Pekín, en particular, ha participado en esta competencia de una manera sobre todo económica, marcando el globo con inversiones estratégicas, Washington se ha concentrado implacablemente en la fuerza militar como su baza global, marcando el planeta con nuevas bases y otras formas de poder militar. “Olviden las invasiones a gran escala y las amplias ocupaciones en el continente eurasiático”, escribió Nick Turse sobre esta nueva estrategia militar del Siglo XXI. “En vez de eso piensen en fuerzas de operaciones especiales… ejércitos testaferros… militarización del espionaje y de la inteligencia… aviones drones sin tripulación… ataques cibernéticos y operaciones conjuntas del Pentágono con agencias gubernamentales ‘civiles’ cada vez más militarizadas”.

A esta incomparable potencia aérea y naval de largo alcance hay que agregar ventas de armas que superan a cualquier nación de la Tierra; misiones humanitarias y de ayuda en desastres que sirven claramente a fines de inteligencia militar, patrullas y funciones de “corazones y mentes”; el despliegue rotativo de fuerzas regulares de Estados Unidos en todo el globo; visitas a puertos y un despliegue expansivo de ejercicios militares conjuntos y misiones de entrenamiento que dan a los militares de Estados Unidos una presencia de facto en todo el mundo y que ayudan a convertir a militares extranjeros en fuerzas testaferras.

Cada vez más bases nenúfares.

Los planificadores militares prevén un futuro de interminables intervenciones a pequeña escala en las cuales una gran colección de bases, geográficamente dispersas, siempre estarán preparadas para un acceso operativo instantáneo. Con bases en la mayor cantidad de sitios posibles, los planificadores militares quieren estar en condiciones de volverse hacia otro país convenientemente cercano si Estados Unidos no puede utilizar una cierta base, como fue el caso en Turquía antes de la invasión de Irak. En otras palabras, los funcionarios del Pentágono sueñan con una flexibilidad casi ilimitada, la capacidad de reaccionar con notable rapidez ante eventos en cualquier parte del mundo y, por lo tanto, algo que se acerque a un control militar total del planeta.

Más allá de su utilidad militar, las bases nenúfares y otras formas de proyección del poder son también instrumentos políticos y económicos utilizados para construir y mantener alianzas y asegurar un acceso privilegiado de Estados Unidos a mercados, recursos y oportunidades de inversión en el extranjero. Washington planifica utilizar bases nenúfares y otros proyectos militares para atar a países en Europa Oriental, África, Asia y Latinoamérica lo más estrechamente posible a los militares de Estados Unidos, y así a la continua hegemonía político-económica de Estados Unidos. En conclusión, los funcionarios estadounidenses esperan que el poderío militar arraigue su influencia y mantenga la mayor cantidad posible de países dentro de una órbita estadounidense, en una época en la cual, algunos están afirmando su independencia todavía con más fuerza y gravitan hacia China y otras potencias ascendientes.

Esos peligrosos nenúfares.

Aunque la dependencia de pequeñas bases pueda sonar más inteligente y más económica que mantener inmensas bases que a menudo han creado enojo en sitios como Okinawa y Corea del Sur, los nenúfares amenazan la seguridad global y de Estados Unidos de varias maneras:
Primero, el lenguaje “nenúfar” puede ser engañoso e intencionalmente o de otra manera esas instalaciones pueden crecer rápidamente hasta convertirse en inmensas bestias.

Segundo, a pesar de la retórica sobre la extensión de la democracia que sigue perdurando en Washington, la construcción de más nenúfares garantiza, en realidad, la colaboración con un número creciente de regímenes despóticos, corruptos y asesinos.

Tercero, existe un modelo bien documentado del daño que las instalaciones militares de diversos tamaños infligen a las comunidades. Aunque los nenúfares parecen prometer aislamiento de una oposición local, con el tiempo sucede a menudo que incluso las bases pequeñas causan enojo y movimientos de protesta.

Finalmente, una proliferación de nenúfares significa la militarización progresiva de grandes áreas del globo. Como los verdaderos nenúfares –que en realidad son malezas acuáticas–, las bases tienden a crecer y reproducirse incontrolablemente. Por cierto, las bases tienden a engendrar bases, creando razas de bases con otras naciones, aumentando las tensiones militares y desalentando las soluciones diplomáticas de conflictos. Después de todo, ¿cómo reaccionaría Estados Unidos si China, Rusia o Irán construyeran aunque sea una sola base nenúfar propia en México o en el Caribe?

Para China y Rusia en particular, más bases estadounidenses cerca de sus fronteras amenazan con provocar nuevas guerras frías. Más inquietante aún, la creación de nuevas bases para proteger contra una supuesta futura amenaza militar china puede llegar a convertirse en una profecía que se autorrealice: semejantes bases en Asia crearán probablemente la amenaza contra la cual supuestamente se deben proteger, haciendo que una catastrófica guerra contra China sea más probable, no menos.

Es alentador, sin embargo, que las bases en el extranjero hayan comenzado a generar un escrutinio crítico a través del espectro político desde la senadora republicana Kay Bailey Hutchison y el candidato presidencial republicano Ron Paul al senador demócrata Jon Tester y el columnista del New York Times Nicholas Kristof. Mientras todos buscan medios de reducir el déficit, el cierre de bases en el extranjero posibilita ahorros fáciles. Por cierto, cada vez más personajes influyentes reconocen que el país simplemente no se puede permitir más de 1.000 bases en el extranjero.

Gran Bretaña, como otros imperios anteriores, tuvo que cerrar la mayor parte de sus bases restantes en el extranjero en medio de una crisis económica en los años sesenta y setenta. Estados Unidos se moverá indudablemente en esa dirección tarde o temprano. La única pregunta es si el país renunciará a sus bases y reducirá su misión global voluntariamente o si seguirá el camino de Gran Bretaña como potencia en decadencia obligada a renunciar a sus bases desde una posición de debilidad.

Por cierto, las consecuencias de no elegir otro camino van más allá de los motivos económicos. Si continúan la proliferación de los nenúfares, de las fuerzas de operaciones especiales y las guerras de drones, es probable que Estados Unidos se enfrente a nuevos conflictos y nuevas guerras, generando formas desconocidas de reacción e indecible muerte y destrucción. En ese caso, más vale que nos preparemos para la llegada de muchos más vuelos –desde el Cuerno de África hasta Honduras– que no sólo transporten amputados, sino ataúdes.

 

Estudiando la contrainsurgencia de EEUU

Gilberto López y Rivas (México)

14.Dic.12 :: Batalla de ideas

“Nueva arma crucial en las operaciones contrainsurgentes”: un equipo de antropólogos y otros científicos sociales para su utilización permanente en Afganistán e Irak

 

Fragmentos del libro “Estudiando la contrainsurgencia de Estados Unidos: manuales, mentalidades y uso de la antropología“,

de Gilberto López y Rivas, México 2012

El 5 de octubre de 2007, el ‘New York Times’ publicó un artículo de David Rohde (“El Ejército enlista a la antropología en zonas de Guerra”), sobre la considerada por los militares estadounidenses como “nueva arma crucial en las operaciones contrainsurgentes”: un equipo integrado por antropólogos y otros científicos sociales para su utilización permanente en unidades de combate de las tropas de ocupación de Estados Unidos en Afganistán e Irak. El corresponsal informa que este singular involucramiento de las ciencias sociales en el esfuerzo bélico estadounidense constituye un exitoso programa experimental del Pentágono que, iniciado en febrero de 2007, ha sido tan recomendado por los comandantes en el teatro de la guerra que en septiembre de ese año el Secretario de Defensa Robert M. Gates autorizó una partida adicional de 40 millones de dólares para asignar equipos similares a cada una de las 26 brigadas de combate en los dos países mencionados.

En el mismo artículo se destacan las reacciones críticas por parte de un sector importante de la academia estadounidense que no duda en considerar el programa como “antropología mercenaria” y “prostitución de la disciplina”, comparándolo con lo ocurrido en la década de los sesenta, cuando se utilizaron antropólogos en campañas contrainsurgentes en Vietnam y América Latina (Plan Camelot).

Ya en su sesión anual en noviembre de 2006 y con la presencia de cientos de sus integrantes, la American Anthropological Association condenó por unanimidad “el uso del conocimiento antropológico como elemento de tortura física y sicológica”, ante el alegato de que los torturadores de la prisión Abu Ghraib, en Irak, pudieron ser inspirados por la obra de un antropólogo, a partir de la idea que “hombres árabes humillados sexualmente podrían llegar a ser informantes comedidos” (Matthew B. Stannard. “Montgomery McFate’Mission. Can one anthropologist possibly steer the course in Iraq?” San Francisco Chronicle, April 29, 2007).

En julio de 2007, el antropólogo Roberto J, González escribió un excelente artículo (“¿Hacia una antropología mercenaria? El nuevo manual de contrainsurgencia del Ejército de Estados Unidos FM- 3-24 y el complejo militar-antropológico”. Anthropology Today, Vol. 23, No. 3, June 2007), en el que detalla críticamente las contribuciones de antropólogos en la elaboración de dicho manual. González demuestra, incluso, que algunas de estas “contribuciones” no son innovadoras desde el punto de vista de la teoría antropológica y más bien parecen “un libro de texto introductorio de antropología simplificado –aunque con pocos ejemplos y sin ilustraciones.”

La antropología mercenaria estadounidense se caracteriza por la beligerancia y el cinismo con que justifica la estrecha colaboración entre antropólogos y militares en guerras imperialistas y violatorias de los más elementales derechos humanos y los principios fundacionales de la Organización de Naciones Unidas. Una de sus más aguerridas defensoras y autoras intelectuales es la antropóloga estadounidense Montgomery Mcfate, quien se impuso la tarea de “educar” a los militares y cuya misión en los últimos cinco años ha sido convencer a los estrategas de la contrainsurgencia de que la “antropología puede ser un arma más efectiva que la artillería”. Mcfate ignora y le exasperan las críticas de sus colegas en la academia, a quienes considera encerrados en una torre de marfil y más “interesados en elaborar resoluciones que en encontrar soluciones”. Ella es ahora la “comisaría política” de los militares, una de las autoras del citado manual de contrainsurgencia, creadora del programa Sistema Operativo de Investigación Humana en el Terreno, iniciado por el Pentágono, y consejera de la Oficina del Secretario de Defensa. Todo un éxito del American way of life.

En realidad, la participación de antropólogos en misiones coloniales e imperialistas es tan antigua como la propia antropología, la cual se establece como ciencia estrechamente ligada al colonialismo y a los esfuerzos por imponer en el ámbito mundial las relaciones de dominación y explotación capitalistas. Un clásico sobre el tema es el libro de Gérard Leclercq, Anthropologie et colonialisme (Paris: Librairie Arthéme Fayard, 1972) que en su introducción asienta: “El nacimiento común del imperialismo colonial contemporáneo y de la antropología igualmente contemporánea puede situarse en la segunda mitad del siglo XIX. Trataremos de poner en evidencia la relación de la ideología imperialista, de la que la antropología no es sino uno de sus elementos, con la ideología colonial, y las razones por las cuales una investigación ‘sobre el terreno’ se hacía necesaria y posible por la colonización de tipo imperialista.” (p. 15)

Hay que recordar en México el papel protagónico que jugaron los antropólogos en la elaboración de las políticas indigenistas desde el momento en que Manuel Gamio, ?padre fundador de la disciplina en este país?, definió a la antropología como “la ciencia del buen gobierno”, iniciándose un maridaje entre antropólogos y el Estado mexicano que fue roto en parte hasta que el movimiento estudian til-popular de 1968 creó las condiciones para que las corrientes críticas se manifestaran y denunciarán el papel de complicidad de la antropología mexicana posrevolucionaria en el afianzamiento del colonialismo interno que rompió la rebelión zapatista.

El grotesco maquillaje cultural de la antropología contrainsurgente no cambia la naturaleza brutal de la ocupación imperialista ni ganará la mente y los corazones de la resistencia y de los millones de estadounidenses que se manifiestan de manera creciente contra la guerra.

El manual 3-24 de contrainsurgencia estadounidense

Como expresión del grado de involucramiento de la alta burocracia académica en los esfuerzos belicistas del imperialismo estadounidense, la Universidad de Chicago publicó en julio de 2007 una edición de bolsillo ?de chaqueta militar, naturalmente? del nuevo Manual de campo de contrainsurgencia (No. 3-24). Está abierta complicidad de los círculos de educación superior con la maquinaria de guerra de Estados Unidos, provocó un alud de críticas de los intelectuales independientes estadounidenses, quienes con rigor analizaron el texto coordinado por el general David H. Petraeus y condenaron el vergonzoso papel jugado por las autoridades universitarias que consintieron en editar un manual destinado a la persecución, tortura y asesinato de seres humanos y a la ocupación militar de países en los “oscuros rincones del mundo” en los que Estados Unidos pretende hacer prevalecer sus intereses.

Uno de estos críticos es David Price, autor de un demoledor artículo traducido al castellano y publicado por Rebelión: “Prostitución de la antropología al servicio de las guerras del imperio”, en el que demuestra el plagio realizado ?en particular en el capítulo tercero del Manual? de autores como Victor Turner, Anthony Giddens, David Newman, Susan Silbey, Kenneth Brown, Fred Plog, Daniel Bates, Max Weber, entre otros. Este capítulo, considerado por Price como central, fue escrito por la antropóloga Montgomery Mcfate, quien –recordemos? es una de las más fervientes partidarias de la utilización de la ciencia antropológica en la contrainsurgencia a partir de equipos de antropólogos “empotrados” en las unidades de combate en Afganistán e Irak.

Price destaca esta carencia de ética intelectual debido a que “las pretensiones de integridad académica constituyen el fundamento mismo de la estrategia promocional del Manual”, que ha sido alabado por los mercenarios intelectuales del Pentágono en los medios masivos de comunicación y en periódicos y revistas como el ‘New York Times, Newsweek’ y otras publicaciones estadounidenses.

También, el Manual ha provocado u na reacción de alborozo en los medios militares de otras altitudes. El general brasileño Álvaro de Souza Pinheiro, por ejemplo, lo considera “el documento doctrinario de contrainsurgencia más bien elaborado que el mundo occidental ha visto hasta hoy en día” e informa que “gran parte de los ejércitos de la OTAN ya está en proceso de reformulación de sus documentos similares, teniendo como base el reciente manual norteamericano”. (’Chile Press’, 02/04/2007).

Seguramente que la Secretaría de la Defensa Nacional mexicana, a través del Plan México, está analizando tal novedad editorial para poner al día sus viejos manuales de guerra irregular y mejorar sus campañas contrainsurgentes en Chiapas y otros estados de la república, ahora con el auxilio de antropólogos empotrados ?a la moda Mcfate? que ayuden a “comprender” a los militares las culturas de los “nativos” que se rebelan contra el orden establecido.

La lectura del Manual es obligatoria para entender la mentalidad de los intelectuales de la guerra “contra el terrorismo”. El prefacio firmado por el general Petraeus (que estuvo a cargo de las fuerzas expedicionarias de Estados Unidos en Irak) y por el general James F. Amos, del tristemente célebre Cuerpo de Marines, muestra que los militares estadounidenses se tornaron si no marxistas por lo menos dialécticos pues descubren que: “El Ejercito y el Cuerpo de Marines reconocen que cada insurgencia es contextual y presenta su propio conjunto de retos”. Por ello, una campaña de contrainsurgencia requiere que “Soldados y Marinos (así, con mayúsculas en todo el texto) utilicen una mezcla de tareas de combate con habilidades más frecuentemente asociadas con agencias no militares…

 

EEUU enviará misiones militares a más de 35 países africanos en 2013

25 Diciembre 2012 Cubadebate

Tras la decisión de la ONU de enviar una misión militar africana a Malí, el Pentágono ha anunciado que enviará “pequeños equipos” militares a más de 35 países africanos en 2013.

Los objetivos de los equipos estadounidenses se limitarán en principio al entrenamiento y equipamiento de militares locales. Sin embargo, podrían participar en “operaciones militares” aunque se necesitará una orden especial de la Secretaría de Defensa, de acuerdo con el general David Rodriguez, comandante en jefe del Comando del Ejército de EE.UU.

La misión de la Segunda Brigada de Combate empezará en la primavera de 2013 y realizará cerca de un centenar de ejercicios por todo el continente africano, en primer lugar en Libia, Sudán, Argelia, Níger, Kenia y Uganda, donde el Pentágono reporta la mayor presencia de grupos armados relacionados con Al Qaeda.

Sin embargo, los planes de EE.UU. pueden ser rechazados por muchos países de la región por temor a la extensión de bases militares estadounidenses y al aumento de la influencia de Washington, señala AP.

Además, según parece, “los recursos naturales de África son otro elemento importante porque se trata de petróleo, diamantes, cobre, oro, hierro, cobalto, uranio, plata, madera y frutas tropicales”, destaca el portal Infowars.com.

El pasado 21 de diciembre el Gobierno de EE.UU. ya dio la bienvenida a la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, impulsada por Francia, que autoriza el envío de una misión militar africana a Malí, país afectado actualmente por violentos combates protagonizados por guerrilleros islamistas.

(Tomado de RT: http://actualidad.rt.com/actualidad/view/82043-eeuu-prepara-misiones-militares-paises-africanos)

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