Primera noche
Un país a la intemperie y la indignación que aún resiste
El auditorio de la Orden de Abogados de Brasil, en el centro de Porto Alegre, estaba a pleno para celebrar el XXIX Premio de Derechos Humanos al Periodismo, el pasado 10 de diciembre.
Para esta edición fueron examinados 270 trabajos remitidos por periodistas de todo el país, cifra récord para esta iniciativa que desde su creación, en 1984, viene estimulando la labor periodística de denuncia de las violaciones a los Derechos Humanos y de promoción del respeto a los mismos.
La descripción de cada trabajo en el decir de sus autores cautiva, rebela e indigna. Una joven periodista que abordó la masacre humana en los frigoríficos en Brasil, dedica el premio a su madre que trabajó 18 años en una avícola. Otro empuña en alto el galardón y recuerda a su padre que perdió la vida en las mazmorras de la dictadura militar. Un dibujante relata que en el humor ha encontrado la mejor llave para ingresar a los espacios dominados por la desolación y el dolor. Los fotógrafos, en su gran mayoría, reciben el diploma en silencio, mientras sus fotografías hablan, señalan, consternan y cuestionan.
En esa noche del 10 de diciembre desfilan víctimas y victimarios, al tiempo que, sin querer queriendo, entra en escena la figura del Estado mostrándonos sus dotes actorales: inconmovible ante la injusticia, temeroso frente a los autoritarios, implacable con los desprotegidos y cómplice de la corrupción.
La noche después
Las garras del Plan Cóndor y el abrazo de dos amigos
En la 7ª Muestra de Cine y Derechos Humanos en América del Sur se proyecta la película El Clavel Negro, apodo que recibiera el diplomático sueco Harald Edelstamdurante la ocupación nazi en Noruega, donde tuvo una destacada actuación respaldando a la resistencia.
El filme narra la valiente acción de Edelstam como embajador de Suecia luego del golpe militar en Chile, el 11 de setiembre de 1973, quien, jugándose la suya salvó la vida a más de mil personas.
Finalizada la proyección, Jair Krischke, presidente del Movimiento de Justicia y Derechos Humanos de Porto Alegre, y el argentino Carlos Claret, una víctima del Plan Cóndor, compartieron algunos apuntes sobre la vida y lucha de Edelstam.
Carlos Claret, ingeniero mecánico, fue decano de la Facultad de Ciencias Aplicadas de la Universidad de Rio Cuarto, provincia de Córdoba, casa de estudios que sufrió de cerca el genocidio en los años 70: entre desaparecidos, muertos y exiliados contabiliza 250 personas.
En agosto de 1976 se fue con su familia a Brasil. Vivió un tiempo en Sao Paulo y luego se afincó en Passo Fundo, a 280 kilómetros de Porto Alegre.
El 12 de setiembre de 1978 cuatro vehículos militares interceptaron su auto y Carlos fue llevado a un cuartel del Ejército en Passo Fundo. De allí, encapuchado, fue transportado luego hasta la sede de la Policía Federal de Porto Alegre, donde quedó incomunicado durante varias semanas.
La eficiente intervención de Jair Krischke y del francés Guy Prim, representante del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), logró sacarlo hacia Suecia. Allí vive en la actualidad, y además de desempeñar varios oficios fue productor de El Clavel Negro.
Esa noche, en Porto Alegre, Carlos se encontró con “Cobrinha”, su gran amigo de aquella época en Passo Fundo. Pasaron 34 años durante los cuales ninguno supo sobre la vida del otro, pero “el duende” de Edelstam los volvió a reunir.
Esa misma noche
Santiago ensangrentada y la solidaridad del pueblo sueco
El sindicalistabrasilero Dirceu Luiz Messias dejó Brasil en 1972 y se exilió en Chile. Vendió diarios, fue mozo de bar y trabajó en una metalúrgica hasta el día del golpe de Estado, cuando junto a otros trabajadores ocuparon la fábrica.
Como otros tantos brasileros y portoalegrenses en particular, fue detenido en el tristemente célebre Estado Nacional, transformada por la dictadura en la cárcel a cielo abierto más grande del mundo.
De allí salió gracias a Harald Edelstam, incluido en la lista de más de 50 uruguayosdetenidos en el Estadio.
Esa noche Dirceu no quería, pero “la torcida” lo presionó para que hablara. Emocionado, Dirceu preguntó: “¿Cómo es posible que en Brasil, y principalmente, en Porto Alegre, no se sepa más sobre Harald Edelstam y sobre el Primer Ministro, Olof Palme, cuyo asesinato en Estocolmo no fue esclarecido todavía?
Yo fui uno de los últimos brasileros que dejó el Estadio Nacional. Hay que saber reconocer que la ayuda del gobierno sueco fue importante para escapar de Chile y viajar a Suecia, pero no menos importante fue también el respaldo que nos brindó el movimiento sindical sueco una vez que llegamos allá.
¿Cómo es posible ? inquirió nuevamente ? que las autoridades de Porto Alegre no hayan realizado un homenaje al pueblo sueco, en los nombres de Harald Edelstam y del glorioso Olof Palme?”
Esa noche, escuchando a Dirceu, cristalizó un convencimiento: nos fuimos del auditorio con un mandato.