Anoche la delegación de la Asociación de Docentes de la Universidad de la República (Udelar) pidió desglosar el primer punto del Consejo Directivo Central (CDC), pero, a diferencia de otras veces, no se trataba de un desacuerdo sino de reforzar lo que decía el proyecto de resolución.
Se trataba del otorgamiento del título de Doctor Honoris Causa a Luisa Cuesta, a quien todos los que hicieron uso de la palabra destacaron como un ejemplo de perseverancia, lucha y de aporte a la cultura de derechos humanos. El consejero docente Ariel Castro (nieto de Julio Castro) destacó la satisfacción y la pena de otorgar el título a Cuesta, porque si bien se trata de reconocer su trayectoria, por otro lado implica recordar que el país no actuó como debería haberlo hecho con respecto a los crímenes cometidos en la última dictadura. “Los hechos de la dictadura y posteriores le dieron la posibilidad de demostrar sus valores humanos, pero si el país hubiera actuado de otra forma quizá hoy no le estuviéramos dando este título”, concluyó.
Además, el docente entendió que este tipo de cosas son las que unen a toda la Udelar y hacen que valga su estatus, “que no se gana por decreto”, según dijo. Por su parte, el rector, Rodrigo Arocena, se preocupó por dejar en claro que la distinción se ajusta a la normativa universitaria, que contempla el otorgamiento de este tipo de títulos a personas que aporten a la creación cultural.
Arocena definió a Cuesta como una representante de la “creación de valores” y como una defensora de los derechos y obligaciones ciudadanas, “mucho más allá de su caso personal”. La distinción, que seguramente será otorgada a Cuesta el 30 de agosto -Día del Detenido Desaparecido-,?coincide con una citación que recibió el decano de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHCE), Álvaro Rico, en calidad de perito historiador, por el caso de Nelbio Melo ?Cuesta.
Nelbio es el motor de la lucha de Cuesta, que con 93 años sigue expectante de poder encontrar el cuerpo de su hijo, al que busca desde hace 37 años. Él era militante del Partido Comunista Revolucionario y tras emitirse una orden de captura contra él, en los primeros días de 1974, debió exiliarse en Argentina, donde dos años más tarde fue secuestrado, mientras tomaba un café en el bar Tala, de la estación de la línea C de trenes en Belgrano. Eso es lo último que Cuesta supo de su hijo, a quien crió sola desde el fallecimiento de su esposo, en 1950.
Según consigna la fundamentación de la FHCE a partir de un trabajo de los historiadores Carlos Demasi y Jaime Yaffé, Cuesta estuvo detenida desde el 28 de junio de 1973 hasta el 31 de enero de 1974 en el Batallón de Infantería Nº 5 de Mercedes. El mencionado trabajo recuerda el día de su detención: “Empezaron a golpear fuerte y en una me dijeron: ‘Bueno, vieja loca, abrí la puerta que si no te la echamos abajo’, entonces no tuve más remedio que sacarle la llave a la puerta para que entraran. Revisaron toda la casa, y el oficial que venía al mando de la tropas llamó por el aparato [el walkie talkie] y dijo: ‘La dueña de casa está sola’, después de haber revisado el ropero, debajo de las camas, de todo. Entonces me dice a mí: ‘Me dicen que la lleve’ y digo: ‘Bue, usted sabe lo que hace, si le dicen que me lleve’”.
Después de ser liberada, y tras pasar por Argentina, Francia y Holanda, denunció las violaciones a los derechos humanos en Uruguay e hizo propias decenas de causas similares. Tras ser parte de varios grupos de familiares de detenidos desaparecidos, con su vuelta a Uruguay en 1985 contribuyó a la unificación de este movimiento en uno solo, y continuó su lucha por verdad y justicia.